domingo, 18 de junio de 2017

JOSUÉ. CAPÍTULO 6.

Conquista de Jericó (Nm 10,1-10; Ap 8)

61Jericó estaba cerrada a cal y canto ante los israelitas. Nadie salía ni entraba.
2El Señor dijo a Josué:
3-Mira, entrego en tu poder a Jericó y a su rey. Todos los soldados rodead la ciudad dando una vuelta alrededor, y así durante seis días. 4Siete sacerdotes llevarán siete trompas delante del arca; al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las trompas, 5cuando den un toque prolongado, cuando oigáis el sonido de la trompa, todo el ejército lanzará el alarido de guerra; se desplomarán las murallas de la ciudad, y cada uno la asaltará desde su puesto.
6Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les mandó:
-Llevad el arca de la alianza, y que siete sacerdotes lleven siete trompas delante del arca del Señor.
7Y luego a la tropa:
-Marchad a rodear la ciudad; los que lleven armas pasen delante del arca del Señor.
8(Después de dar Josué estas órdenes a la tropa, siete sacerdotes, llevando siete trompas, se pusieron delante del Señor y empezaron a tocar. El arca del Señor los seguía; 9los soldados armados marchaban delante de los sacerdotes que tocaban las trompas; el resto del ejército marchaba detrás del arca. Las trompas acompañaban la marcha). 10Josué había dado esta orden a la tropa:
-No lancéis el alarido de guerra, no alcéis la voz, no se os escape una palabra hasta el momento en que yo os mande gritar; entonces gritaréis.
11Dieron una vuelta a la ciudad con el arca del Señor y se volvieron al campamento par pasar la noche. 12Josué se levantó de madrugada, y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. 13Siete sacerdotes, llevando siete trompas delante del arca del Señor, acompañaban la marcha de los soldados con las trompas. Y la retaguardia marchaba tras el arca al son de las trompetas. 14Aquel segundo día dieron una vuelta a la ciudad y se volvieron al campamento. Así hicieron seis días. 15El día séptimo, al despuntar el sol, madrugaron y dieron siete vueltas a la ciudad, conforme al mismo ceremonial. La única diferencia fue que el día séptimo direon siete vueltas a la ciudad. 16A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompas y Josué ordenó a la tropa:
17-¡Gritad, que el Señor os entrega la ciudad! Esta ciudad, con todo lo que hay en ella, se consagra al exterminio en honor del Señor. Sólo han de quedar con vida la prostituta Rajab y todos los que estén con ella en casa, porque escondió a nuestros emisarios. 18Cuidado, no se os vayan los ojos y cojáis algo de lo sagrado al exterminio; porque acarreraríais una desgracia haciendo execrable el campamento de Israel. 19Toda la plata y el oro y el ajuar de bronce y hierro se consagran al Señor: irán a pasar a su tesoro.
20Sonaron las trompas. Al oír el toque, lanzaron todos el alarido de guerra. Las murallas se desplomaron y el ejército dio el asalto a la ciudad, cada uno desde su puesto, y la conquistaron. 21Consagraron al exterminio todo lo que había dentro: hombres y mujeres, muchachos y ancianos, vacas, ovejas y burros, todo lo pasaron a cuchillo.
22Josué había encargado a los dos espías:
-Id a casa de la prostituta y sacadla de allí con todo lo que tenga, como le jurasteis.
23Los espías fueron y sacaron a Rajab, a su padre, madre y hermanos y todo lo que tenía, y a todos los parientes, y los dejaron fuera del campamento israelita.
24Incendiaron la ciudad y cuanto había en ella. Sólo la plata, el oro y el ajuar de bronce y hierro lo destinaron al tesoro del Señor.
25Josué perdonó la vida a Rajab, la prostituta, a su familia y a todo lo suyo. Rajab vivió en medio de Israel hasta hoy, por haber escondido a los emisarios que envió Josué a explorar a Jericó.
26En aquella ocasión juró Josué:
-¡Maldito de Dios el que reedifique esta ciudad! La vida del primogénito le cuesten los cimientos y la vida del benjamín las puertas.
27El Señor estuvo con Josué, y su fama se divulgó por toda la comarca.

Explicación.

6 Llegamos quizá al capítulo más conocido y pintado del libro, uno de los favoritos para una mirada no crítica. Las trompetas que suenan y los muros que caen bastan para producir una historia inolvidable. Lo malo es cuando uno se pone a leer el capítulo con mirada crítica; pero todavía si, suscitado el problema crítico, quiere leerlo como historia de un hecho.

Ya hemos dicho que Jericó en aquella época no tenía murallas ni estaba habitado: éste es un dato de la arqueología. Por su parte, el análisis literario descubre en seguida muchos elementos litúrgicos en el pasaje; tantos, que la trasposición litúrgica es casi la clave de lectura del pasaje.

Algo parecido a lo que sucedía con el paso del Jordán. También aquí el autor, más que narrar un hecho, parece describir una conmemoración festiva. El arca llevada en procesión, las vueltas en riguroso silencio, el toque de las trompetas, los siete días son datos inconfundibles. Si se trata de una guerra santa, el adjetivo ha devorado el sustantivo.

La versión litúrgica exalta el sentido teológico del hecho, que Josué comenta. No son los hombres quienes luchan y vencen, sino el Señor presente en el arca. Suya es la ciudad enemiga y los que la habitan, suyos los tiempos, él da consistencia a las piedras y derrumba las murallas. Al pueblo le toca obedecer, seguir, esperar y ser testigo del hecho maravilloso; más tarde le tocará contarlo y celebrarlo. El texto es una celebración. Si el hecho no sucedió en Jericó, ni sucedió en tales términos, sí es cierto que el Señor venció al enemigo y entregó la tierra a su pueblo.

Leído el capítulo en esta clave poética puede recobrar su sugestión incluso para una mente crítica. El carácter litúrgico del capítulo ha facilitado la lectura simbólica de los padres y autores medievales, que han visto en los muros de Jericó las fuerzas del mal o los poderes del mundo; en las trompetas, la predicación apostólica; en las siete vueltas, diversas eras de la historia, con otros muchos detalles curiosos.

La narración está relativamente bien construida, con algunas incoherencias que la traducción castellana suaviza. Domina la técnica de mandato-ejecución, y se aprovecha el mandato -parte oral- para engranar en él elementos subordinados. El texto está escrito en una prosa muy rítmica, con varias fórmulas repetidas casi como estribillos.

6,2-5 El discurso del Señor adelanta casi todos los datos (menos la orden de silencio), quitando interés a la narración. Las trompas eran originariamente cuernos de carnero (yo-bel), que después se emplearon para anunciar el jubileo (yobel), y en otros usos litúrgicos; más tarde se emplearon trompetas de metal. El alarido es originariamente el grito de guerra (el alalazo de los griegos y el ulular de los romanos), que también pasa al culto como aclamación al Señor (traducido por "vitorear" en los salmos). El arca funciona como paladión militar, dentro del nuevo contexto litúrgico.

6,6-10 La disposición no es cronológica: Las armas tendrán primero una función litúrgica, como en el salmo 149, y se emplearán sólo dentro de la ciudad. La distribución de tropa y pueblo es procesional, no estratégica. El pueblo no armado desfila como si fuera la retaguardia de un ejército.

6,11-20 La ejecución se reparte en tres tiempos (según técnica conocida); cada vez más largos: el primer día, los cinco siguientes, el último. Al acercarse el final, un discurso de Josué retrasa el desenlace con instrucciones detalladas. No están bien armonizadas las dos indicaciones: Josué da la orden de gritar, es un toque especial el que sirve de señal.

6,17-19 La ley del exterminio se lee en Lv 27,28-29 y Dt 20. Nm 21,2-3 habla de un voto que hace Israel. Prácticas semejantes eran comunes entre los antiguos y en la guerra santa de los árabes. Dicha consagración se practicaba sólo en casos extremos (como indica Dt 20) y tenía diversas cláusulas y grados. Las riquezas materiales se consagran al culto o se guardan en el tesoro del Señor; lo que vive se mata en honor del Señor. De este modo el pueblo no se aprovecha en nada de la conquista, y no debe asaltar ciudades sólo por ganancia.

En otros casos sólo se daba muerte a los guerreros, los demás podían tomarse como esclavos. Para nosotros esa práctica no tiene justificación, no como castigo (pues incluye personas inocentes), no como medio de intimidación. Veremos en el capítulo siguiente el desarrollo de este tema.

6,24 También el incendio de ciudades era práctica común, como ha comprobado la arqueología.

6,25 Mt 1,5 incluye a Rajab en la genealogía de Cristo, como tatarabuela de David (naturalmente, es una composición artificial).

6,26 La maldición se cumple, según 1 Re 16,34 (reinado de Ajab, siglo IX). El dato no concuerda con 2 Sm 10,5 ni con Jos 18,21.




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